
La tercera temporada de Deadwood para mí ha sido la confirmación de todo lo bueno y bonito que había leído y escuchado previamente antes de visitar ese jodido pueblo sin ley. La primera y sobre todo la segunda temporada, me gustaron, gracias en parte a la grandeza que conseguía trasmitir. Esto no debe de sorprender a nadie cuando estamos hablando de una serie que huele a HBO en cada uno de sus fotogramas. El problema que las encontré, fue un fallo que considero muy importante: carecer de una auténtica trama principal que derivara en el caos que finalmente terminaría trayendo al pueblo Hearst, George Hearst. Pocas veces un solo personaje ha supuesto tal revulsivo, sobre todo si tenemos en cuenta que Deadwood está repleto de personajes (tantos como habitantes había en el pueblo). Desde su llegada, anunciada y preparada durante toda la campaña anterior, Deadwood cambió y sus personajes, aún más. Si antes no era seguro ir a dar una vuelta por el asqueroso fango de su calle principal, esa sensación de peligro Hearst la consiguió multiplicar por diez. Con él en el pueblo, nadie estaba a salvo de recibir un tiro o de ser degollado en cualquier esquina.Siempre teniendo en cuenta que si algo consigue Deadwood, es narrar ficticiamente el día a día del pueblo, haciendo que todo parezca tan real como debió de ser la vida en el propio Deadwood.
Cuando la temporada arrancó, pensé que la serie iba a seguir por esos fueros de grandeza pero que a la hora de la verdad, no terminaban de resultarme efectivistas de cara al espectador. Siempre que hablo de Deadwood, me gusta remarcar lo de que no es una serie para todos los públicos, ya sea por su dureza como por su pausado ritmo. A veces hay que ponerse con una serie sabiendo lo que uno se va a encontrar en ella, por su propi bien. Regresando al tema de partida, otra vez volvía a tener la sensación de estar disfrutando de esos diálogos irrepetibles cortesía del grande entre los grandes Al Swearengen, de esas miradas de acero del Sheriff Bullock, de los arrebatos de Cy Tolliver, de los colocones de opio de Alma Garret, etc. Menos mal que apareció George Hearst y su séquito para introducir el miedo en Deadwood, inclusive al propio Al. Fue a partir de aquí cuando la serie siguió tan grande como hasta el momento pero dándome lo que durante dos temporadas y pico la estuve pididiendo, es decir, había cogido la directa para convertirse en una de mis series favoritas. Lástima que en ese precisamente momento, en su mejor momento, Deadwood finalizó su andadura sin poder completar el total de su camino.
Me quiero quedar con una frase de su creador David Milch (cortesía de esta fantástica entrada sobre Deadwood de los compañeros de Serieína): "¿Cómo se le puede poner punto y final a eso?". No le falta ni pizca de razón y es que siendo optimistas, puede que el final de Deadwood no sea cerrado pero al menos no termina con un cliffhanger demoledor... aunque la escena final se las traiga también (100% Deadwood). Al tratarse de un final incompleto siempre te quedará esa duda de que hubiera sido de los personajes y del pueblo en sí, si la serie no hubiera sido cancelada pero siendo realistas y conociendo previamente la condición de incompleta con la que cuenta (y contará) la serie, me quedo parcialmente satisfecho con el final recibido. Ahora, cumpliendo con el dicho de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, he elegido para ocupar el vacío dejado por Deadwood a Roma, otra de mis grandes asignaturas pendientes y que curiosamente también fue cancelada y es de la HBO. A ver que tal la experiencia romana...