Reflexionando sobre
los diferentes "finales de serie" que existen, en términos de previsión y anticipación, he llegado a la conclusión de que hay tres tipos de sospechosos habituales:
1. El final inesperado. El estándar clásico cuando se habla de cualquier ficción incompleta, sin importar que sea un título de Network o del cable.
La serie es anulada y/o cancelada durante o después de su emisión, el equipo técnico no puede reaccionar y el capítulo que iba para "season finale", automáticamente, pasa a tener consideración de "series
finale". El espectador tiene todas las papeletas para acabar maldiciendo frente al televisor. Ejemplos:
'Deadwood' y
'Carnivale'.
2. El final improvisado. Mucho más propenso entre títulos de Network que del cable.
Cuando una serie es anulada y/o cancelada durante su periodo de
emisión, pero el equipo técnico es avisado con la suficiente antelación
como para preparar un desenlace que cierre, de la mejor manera posible,
las tramas principales y personales de los protagonistas. Excepto que seas David Lynch y decidas aprovechar el final de 'Twin Peaks' para vengarte de la cadena. Ejemplos:
'Alias' y
'Prison Break'.
3. El final previsto y preparado con antelación. Los máximos responsables de las series tienen voz y voto en la fecha de caducidad de la obra. Se sientan con los canales, exponen su plan maestro y se toma la decisión que mejor convenga a todas las partes implicadas, siendo los directivos, por supuesto, los que tienen la última palabra. Una vez fijada la línea de meta, los guionistas diseñan la temporada final y el desenlace en función de su visión creativa. El espectador está al corriente. Todo el mundo contento. Ejemplos:
'Breaking Bad' y
'Friday Night Lights'.
De estas tres posibles maneras de archivar una serie, tan solo una es la ideal tanto para los que están detrás de las cámaras como para los que estamos delante. Desgraciadamente, no hace mucho tiempo, la gran mayoría de finales pertenecían a una de las dos variantes del primer grupo. Los colofones inesperados e improvisados han sido siempre la tónica predominante en la televisión. Por aquel entonces, una cadena comunicando que fijaba el punto y final de una serie era algo muy excepcional. Más aún que lo hiciera con un año de antelación. Hablo en pasado porque, en la actualidad, la situación ha cambiado para bien.
Ahora proliferan las noticias que anuncian que la próxima temporada de una determinada serie será la última. Llegando a un punto en el que son el pan de cada día, sobre todo en este último par de años, donde podemos encontrar multitud de ejemplos. Sin ir más lejos,
de entre todas las series que archivé durante el pasado 2013,
‘Fringe’, ‘Spartacus’, Dexter’, ‘Breaking Bad’, ‘Eastbound and Down’ y
‘Mad Dogs’ arrancaron su principio del fin acompañados del cartel de "
The Final Season".
Fijar la fecha de fin de fiesta con antelación, y hacer pública dicha decisión, conlleva una serie de ventajas para las cadenas que apuestan por ello.
Convierte a las temporadas finales en grandes eventos. Un gancho promocional que,
en la línea de las miniseries,
proporciona una mayor repercusión mediática (aspecto a tener muy en
cuenta en estos tiempos donde cuesta tanto destacar entre la multitud) y suele suponer el
retorno de parte de esa audiencia que se bajó del barco pero que está dispuesta a reengancharse para conocer cómo acabará todo. Por no hablar del
incremento del precio por espacio publicitario. Varias ventajas que antes estaban reservadas en exclusiva para el
último capítulo y que ahora pueden llegar a repercutir positivamente a una campaña al completo... o a sus dos mitades, como en el caso de
'Breaking Bad'. La primera serie de la historia en ganar dos veces el Emmy a mejor drama... por una misma temporada.
La decisión de AMC de partir en dos la última temporada de uno de sus principales iconos, resultó más llamativa que novedosa (HBO con
'The Sopranos' ya había hecho algo
parecido), pero sobre todo sirvió para convertir a 'Breaking Bad' en la abanderada actual de este cambio en el paradigma de la última temporada. Gracias al éxito cosechado, los responsables
creativos de las ficciones tienen el mejor referente posible para intentar convencer a las cadenas
que deben mimar más el producto y que una serie cerrada de cinco
temporadas puede llegar a ser más rentable que una de ocho que, de tanto
estirar el chicle, va perdiendo el interés hasta acabar siendo
cancelada y dejar como legado
un final abierto. No me olvido del papel clave que está jugando
la revolución
tecnológica en todo este asunto (y que supone la mayor diferencia entre el caso de Breaking Bad con el de hace unos años de 'Los Soprano'),
gracias a las posibilidades que ofrece el vídeo bajo demanda como nueva
ventana de explotación. Algo que hasta el propio Vince Gilligan reconoció que resultó fundamental para que 'Breaking Bad' afrontara su temporada final como un auténtico fenómeno de masas.
Tratando de recordar las primeras de series que anunciaron con antelación que su próxima temporada, en realidad, sería la última, me han venido a la mente
'The Shield',
'Six Feet Under' y la propia
'The Sopranos'. Curiosamente, dos de ellas producidas y emitidas por HBO. Sin embargo, el referente que realmente quiero destacar es el de
'Lost'. No sólo porque considero que fue el principal propulsor de este cambio en el paradigma que prolifera actualmente ('Breaking Bad' es la abanderada), sino también porque su anuncio sigue siendo único en su especie:
se produjo con tres años de antelación. Después de sufrir una considerable bajada de audiencia, tras regresar de un parón de cuatro meses durante la emisión de su tercera entrega, Damon Lindelof y Carlton Cuse se sentaron con los directivos de ABC y de aquella negociación salió la decisión de renovar la serie por tres temporadas más, dejando fijada la fecha de fin de fiesta para mayo de 2010. Dos semanas después del décimo aniversario de su estreno en ABC, un 22 de septiembre de 2004, lo celebro recordando una de las muchas hazañas logradas por la que fue y sigue siendo mi serie favorita. Una hazaña que no suele ser recordarda y que me permitió afrontar su sexta y última temporada como el evento televisivo más importante de aquel año. Casi cuatro meses donde disfruté frente a la pantalla del televisor como sólo se puede hacer si se conoce que el final está cerca y que llegará en las condiciones apropiadas: acorde con la visión creativa de los autores.
Regresando al presente,
'Boardwalk Empire' y
'Sons of Anarchy' son los dos últimos ejemplos de series que han podido dar el pistoletazo de salida a su principio del fin haciendo gala de su condición de última temporada. Algo que previamente, a lo largo de este 2014, ya habían hecho otras como
'How I Met Your Mother', 'Wilfred', 'The Killing' (descancelada por segunda vez y rescatada por Netflix para darle un final apropiado) o
'True Blood'. También podría incluir 'Californication' en este repaso, pero no lo creo pertinente porque Showtime anunció que su séptima temporada sería la última cuando ya estaba colocada en la rampa de salida, aunque la decisión fuera tomada con un año de antelación (o, al menos, eso vendieron tanto Tom Kapinos como Showtime). Por cierto, mirando hacia el próximo 2015, la tendencia seguirá por el mismo camino y los principios del fin de
'Justified', ' Mad Men', 'Parks & Recreation', 'Nurse Jackie' o
'Falling Skies' también llegarán con el cartel de
"The Final Season" decorando su material promocional.
El cambio en el paradigma de la última temporada es uno de los muchos síntomas del intenso periodo de renovación en el que está inmerso la ficción televisiva. Uno que me parece especialmente significativo. No sólo porque sea fundamental para que las series brinden mejores desenlaces, sino por
asegurar cierres de tramas y despedidas de protagonistas acordes con la visión de sus máximos responsables. Una posibilidad que no hace mucho era un lujo al alcance de muy pocos. Otro mini punto para esta nueva edad dorada de las series que disfrutamos en la actualidad.