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El regreso de 'Twin Peaks', la serie más rara de la televisión

Publicado por Diego del Pozo On septiembre 14, 2017
El otro día, mientras repasaba mis series del verano, comenté que aún me faltaba por ver el último capítulo del regreso de 'Twin Peaks'. Una semana después de verlo, sigo dándole vueltas. No sólo por una secuencia final que dará que hablar todo lo posible y más, sino por lo que han supuesto como un todo estas 18 partes que componen "El Regreso". Pero no a nivel argumental, donde no me cuesta admitir que no me he enterado de la mitad (y siendo generoso), sino como experiencia audiovisual y ejercicio de serie de autor elevado a la enésima potencia.

En este periodo conocido como "Peak TV", hay una tendencia que no está pasando desapercibida para nadie: los reboots de series finalizadas que regresan para sacar tajada del factor nostálgico que tanto demanda el público en la actualidad. David Lynch y Mark Frost, con el favor y permiso de Showtime, se sumaban a esta moda para (casi) clavar la premonición de Laura Palmer al Agente Cooper en la habitación roja y, ya que estaban, de paso dinamitar las ideas preconcebidas y "esperables" en un reboot cualquiera planteado en forma de continuación.

"The Return" trae de vuelta a casi todos los personajes que sobrevivieron a las dos primeras temporadas, pero no lo hace con el simple objetivo de reencontrar a la audiencia con alguno de sus personajes favoritos y ofrecer la oportunidad de descubrir qué había sido de ellos durante estos más de 25 años. Aquí no hay nada de fan service, una expresión muy moda en estos tiempos. Con permiso del Agente Cooper, seguramente uno de los retornos más esperados era el de Audrey Horne. Por el tirón que el personaje tuvo en su momento y sobre todo porque su destino era uno de los que quedó en el aire tras la cancelación por parte de ABC. Pese a ser conscientes de ello, Lynch y Frost descartaron el regreso triunfal y dilataron uno de los momentos más esperados hasta que nadie se acordara ya. Y cuando se produjo, lo hizo de la manera más desconcertante posible. Por si a esas alturas todavía quedaba alguien con esperanzas de que las respuestas fueran a ser servidas en una bandeja. El caso de Audrey es un claro reflejo de que nada ha sido como cabría esperar en este reboot. Conociendo como se las gastó 'Twin Peaks' en los noventa, lo verdaderamente extraño hubiera sido que tirara por la vía fácil y predecible de otros reboots.

Una vez vi los primeros cuatro episodios, simplemente decidí dejarme llevar. Como resultado, por momentos flipé como nunca había hecho (hellooooooo 3x08), me aburrí soberanamente, me desesperé, me acojoné un poquito (got a light?), me quedé con ganas de más, etc. Por encima de todo esto, en el cómputo global me lo he pasado en grande con semejante locurón. Pese a no enterarme de nada, no puedo hacer otra que rendirme a los pies de Lynch y Frost por el atrevimiento y, sobre todo, por idear casi 18 horas de una ficción en la que no he visto venir absolutamente nada. Secuencia a secuencia, sorpresa tras sorpresa, desvarío tras desvarío, la imprevisibilidad ha marcado este regreso. La línea entre lo raro, lo insustancial, lo innecesario, el hago lo que quiero porque puedo y la genialidad ha sido muy delgada, pero que disfrute ponerse frente al televisor sin poder imaginar qué va a pasar a continuación. Y así durante casi 18 horas. En un año en el que 'American Gods', 'Legion' o 'The Leftovers' han acaparado parte de la conversación mediática precisamente por contar con algunos de los rasgos rarunos de 'Twin Peaks', el referente regresaba a la televisión para dejar claro que la etiqueta de "serie más rara de la historia" llevaba siendo propiedad suya desde hace más de 25 años y así seguirá siendo.

Antes del estreno de esta tercera temporada, muchos medios aprovecharon para publicar artículos con preguntas sin respuesta. Leí alguno más que nada para refrescar la memoria, pero recordaba lo suficiente de 'Twin Peaks' (vi la serie en 2009) como para imaginar que esos cabos sueltos a Lynch y Frost les importarían lo mismo que a la mujer de Dougie Jones el estado inerte de su marido después de descubrir que había solucionado todos sus problemas económicos como por arte de magia. Ay, Dougie. Qué decir del personaje revelación (junto a la dupla de los Mitchum Brothers) y una de las principales razones por la que he disfrutado tanto con esta tanda de capítulos. No sólo por la cantidad de momentos cómicos y surrealistas ofrecidos, sino por lo que ha representado como elemento disyuntivo. Su introducción en el casino fue apoteósica y sus primeras intervenciones ofrecieron un alivio cómico que falta hacía, pero no fue hasta que acepté que iba a ejercer de inesperado protagonista cuando aprecié de verdad el valor del personaje por sí mismo y el reto creativo que suponía mantenerle más de lo que cualquiera podría haber imaginado; dejando de paso al verdadero protagonista en el banquillo, ese con el que la gente llevaba esperando reencontrarse más de dos décadas. Pero lo más increíble de todo era apreciar cómo la trama principal avanzaba (pasito a pasito) con un personaje absolutamente pasivo. Al final me di cuenta que le había cogido tanto cariño que hasta no quería que se produjera el inevitable despertar. Por cierto, mención especial al 3x1 que se ha marcado un estelar Kyle MacLachlan. De quitarse sombrero y reclamar que, el año que viene, los Emmys aún se acuerden del recital dado.

Ni los creadores ni Showtime han cerrado la puerta definitivamente a más entregas, pero este regreso fue concebido desde el principio como algo de una vez y ya. Por eso prefiero dar por hecho que no habrá más 'Twin Peaks' y me parece fenomenal. Quedarán cientos de preguntas sin resolver (¿o quizás hayan sido respondidas y nadie haya sido capaz de dar con ellas?), pero da igual. Hay material de sobra para que los fanáticos de la serie se tiren otros 25 años más debatiendo, teorizando y tirándose los trastos atacando/defendiendo los últimos minutos o los 18 capítulos al completo. Hay tantas capas, simbolismos y pistas ocultas que analizar como uno quiera encontrar. Por mi parte, cuando piense en este "The Return" recordaré que presencié un auténtico evento televisivo. Uno que no dejó a nadie indiferente. Faltaría más.

Puede que este "The Return" suponga el último trabajo de David Lynch. Si finalmente fuera así y no volviera a ponerse detrás (ni delante) de las cámaras nunca más, se despedirá con la cabeza bien alta, siendo fiel a sí mismo y dejando para el recuerdo otra obra arriesgada, compleja, imprevisible, desconcertarte e interpretable de la manera más oportuna que cada uno considere. Una obra de David Lynch, para bien de unos y para mal de otros, en resumidas cuentas. Por supuesto, con un estilo visual tan característico que hasta la pincelada del más mínimo detalle denota la firma de un autor reconocible desde la singularidad. Estos días he leído varios artículos que catalogan esta tanda como una obra de arte (audiovisual) y estoy de acuerdo.

He vuelto a ser lyncheado, de la misma forma que cuando vi el final de la segunda temporada, pero la diferencia es que esta vez no hay premonición de Laura Palmer que permita soñar que quizás un día el pasado de 'Twin Peaks' vuelva a dictar su futuro. Menos mal que hoy en día la experiencia de ver una serie no acaba tras visionar el capítulo final y existe gente que se lo curra mucho y que escribe artículos o publica vídeos para que la fiesta nunca termine; como la autora de este vídeo tan interesante y aclaratorio como bien tirado con el que intenta explicar el final. Chapeau.

PD: En este fantástico artículo de Vulture (en inglés) clavan las razones por las que la vuelta de 'Twin Peaks' ha supuesto un pelotazo para Showtime pese a sus malas audiencias.

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